En un ocasión Jesús nos dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre me
recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió”
El niño tiene el alma sincera, es de corazón inmaculado, y permanece en la
sencillez de sus pensamientos, el no ambiciona los honores, ni conoce las
prerrogativas, entendiéndose esto por el privilegio concedido por una dignidad o
un cargo, tampoco teme ser poco considerado, ni se ocupa de las cosas con gran
interés. A esto niños ama y abraza el Señor; se digna tenerlos cerca de sí, pues
lo imitan. Por esto dice el Señor (Mt 11,29): "Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón".